martes, 13 de septiembre de 2011

UNA VUELTA MAS AL GARROTE.

Jorge J. Cuadra V.

Todos los que hemos estudiado los métodos para matar bajo el imperio de la ley, no podemos olvidar la pena de muerte al garrote, que consistía en asfixiar lenta y dolorosamente al condenado a muerte atornillando un garrote a modo de torniquete en la garganta, para cortar la respiración, mientras un punzón se le iba introduciendo en la parte posterior de la nuca.


Nicaragua es el condenado a muerte por garrote, que se va quedando sin el oxígeno de la justicia porque la CSJ está bajo el mando del Presidente de la República y sus magistrados son peones del juego de ajedrez en que se ha convertido la subsistencia de los nicaragüenses. Esa es la primera vuelta del torniquete asesino.





La Asamblea Nacional, mercado de conciencias, es incapaz de aprobar leyes a favor del pueblo. Sus tuberías están atascadas con proyectos de ley que beneficiarían a las grandes mayorías. En ellas se mueren las esperanzas de los hambrientos de justicia y solo se abren para cumplir las órdenes del comandante. Esta es la segunda vuelta del torniquete asesino que poco a poco va desnucando al pueblo nicaragüense.



El CSE es el poder más desprestigiado del país. Tiene un presidente de facto que lleva una vida de las mil y una noches. Sus latrocinios están a la vista de todo el pueblo y nadie se los reprocha. Su impunidad va más allá de lo comprensible, por eso la casa inmoralmente costosa que acaba de construirse en una playa del sur del país y se construirá las que quiera, porque sabe que lo necesitan. La víctima de esa corrupción es el pueblo nicaragüense que no tiene ni escuelas, ni hospitales, ni trabajo, mientras que él tiene mansiones, aviones, carros y una vida de sultán. Esta es la tercera vuelta del torniquete asesino.


Se dice que doña Aminta cumplió con su deber y por eso había que dejarla. El 5 de septiembre se cometió una ignominia más contra la Constitución y las leyes al violentar el reglamento interno de la institución azul-celeste. Ese día el Presidente Ortega violentó una vez más la Carta Magna y destruyó otra institución de Nicaragua. Una muy querida y respetada, hoy desprestigiada y hundida en el pasado. Los sacrificados en la lucha contra la GN se preguntarían: ¿Y fue para eso que yo entregué mi juventud y mi vida? Quizás doña Aminta pueda contestarles mientras descansa en la grandeza de su mansión, rodeada de riquezas y acosada por los remordimientos, mientras le dan la cuarta vuelta al torniquete asesino para quebrar la segunda vértebra cervical de Nicaragua.


Nicaragua asfixiada, desnucada, sin justicia, sin leyes, sin votos, sin policía, mirando hacia el horizonte en busca de su salvación, orando para no ver las bayonetas inclinadas y los fusiles apuntando hacia su pueblo. Esa es la última esperanza, esa sería la quinta vuelta del vil garrote asesino, ese sería el fin de la libertad.



El autor es comentarista político

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