¿Dónde está la oposición?

Por: Hugo Ramón García
“Únanse, brillen, secúndense tantos vigores dispersos: formen todos un solo haz de energías ecuménicas” .Rubén Darío

La oposición, si existe, tiene que juntar esfuerzos y voluntades para encontrar la unidad y postular al candidato único que deberá enfrentarse a Daniel Ortega, derrotarlo masivamente con los votos en las justas eleccionarias del 6 de noviembre del 2011, y evitar con el castigo del sufragio su ambiciosa reelección que vendría a generarle al país la prolongación de una tenebrosa dictadura, peor que la de los tres Somoza juntos.
La presencia de Ortega en el poder público es dañina para Nicaragua, porque además de que es un gobernante incapaz, se mantiene con la conciencia dispuesta para promover la violencia a su máxima expresión. La población civil no puede quedarse hermética permitiendo la complicación de un estado de cosas que atentaría contra los principios universales de la paz social, pues el orteguismo alienta las confrontaciones usando a sus huestes como fuerzas de choque, a la vez que impone sus métodos y formas de gobernar a esta República, que se muestra hastiada de tantas iniquidades que solamente pueden provenir de mentes enfermas.
La oposición debe buscar caminos viables a esta encrucijada; hacer a un lado los intereses particulares, pensar que Nicaragua aún está a tiempo de salvarse. Las prioridades se hallan en las mesas de trabajo y cada nicaragüense tiene que asumir la obligación de ser un constructor de la democracia, la cual según su definición quiere decir: “demos pueblo, cratos poder”, y no la “democracia” que pregonan los sandinistas-orteguistas con bombos y platillos, con fines publicitarios y creyéndose ser los “redentores” de la historia.
En noviembre del 2011, la oposición deberá estar lista para la batalla final. Demostrarle al orteguismo que el pueblo lo repudia, y que con los votos en las urnas y las elecciones supervigiladas, el cambio es posible para salir de esta catástrofe, y decirle a Daniel Ortega que sus días están contabilizados. Pero para alcanzar ese objetivo común la oposición no puede quedarse “dormida en sus laureles” desafiando responsabilidades que le son propias, ya que en este compromiso de restaurar una Nicaragua diferente a la actual estamos involucrados todos; sacudirnos de tanta inercia que llevamos encima y darle a este país lo mejor que podamos ofrecerle. Siempre tiene que haber una esperanza que nos motive; que nos haga sentir útiles ciudadanos, y no escorias humanas para hacer de la conciencia una mercadería.
Nicaragua está cansada de dictadores y caudillos; de tiranos que siguen destruyendo a la República, porque no tienen el mínimo sentimiento de Patria y se aprovechan del poder que han logrado con el voto de los ingenuos, y los traidores, para cometer cuantos abusos se les ocurre, como es el hecho de obligar a los empleados públicos a concurrir a sus concentraciones en las plazas que tienen destinadas para esos fines.