martes, 11 de mayo de 2010

Los sueños, sueños son

Por: Guillermo E. Miranda
Recientemente un amigo me retó para que escribiera sobre los bemoles alrededor de la iniciativa de unidad de los liberales. En honor a la verdad, aunque me atraía el desafío, no fue hasta que vi a Alemán convertirse en candidato único de su partido que me decidí a aceptarlo.
Comencemos por admitir como hecho cierto que al día de hoy el liberalismo tiene dos líderes, Montealegre y Alemán, y que la unidad dependerá en gran medida de los acuerdos que ambos logren consensuar. Para Alemán su sueño dorado es que Montealegre lo reconozca como máximo líder de la oposición y acepte acompañarlo como su vicepresidente. Para Eduardo su sueño es llevar a María Dolores Alemán como compañera de fórmula.
Dicha afirmación no necesita mayores explicaciones porque ambos lo han externado reiteradamente. Por lo tanto pasaré a exponer lo que a mi juicio son las razones de Alemán para desear a Montealegre como su vicepresidente. Si hay alguien consciente de su falta de credibilidad y deterioro político, ése es el mismísimo Arnoldo Alemán y sabe que para poder tener alguna oportunidad de lograr la ansiada presidencia, ésa pasa irremisiblemente por convencer a Montealegre.
Esto le evitaría seguir dando explicaciones sobre el pacto, le permitiría (según él) acceder a los más de 700 mil votos demócratas que le dijeron no al PLC en las pasadas elecciones, además de que le trasladaría a Montealegre la responsabilidad de convencer a la sociedad civil de la “metamorfosis democrática” sufrida por su compañero de fórmula. El resto se reduce a una simple operación matemática: 600 mil votos conseguidos por su partido, más los 700 mil logrados por Eduardo y eventualmente los más de 200 mil conseguidos por el MRS, dan un millón 500 mil votos. Con esos números entiendo perfectamente los motivos del sueño de Alemán.
En cuanto al sueño de Montealegre, también comprendo sus motivaciones de querer correr en fórmula con la hija del líder del PLC, ya que de lograrlo se garantizaría no volver a ser víctima de las deslealtades de Alemán, esto por llamar de la manera más benévola posible a los arreglos entre bastidores de Alemán con Ortega. Por mi conocimiento personal de la personalidad de ambos líderes puedo asegurarles que no existe la mínima posibilidad que puedan materializarse. Cuando ambos se convenzan de ello, el PLC tendrá únicamente dos opciones o se entierran definitivamente llevando a su máximo líder de candidato, o se rebelan y hacen entrar en razón a Alemán y de paso recuperan la dignidad perdida.
Ante esta disyuntiva Eduardo Montealegre es quien tiene más capacidad de maniobra, ya que le queda la opción de volver los ojos hacia la sociedad civil organizada, hacia ese 53 por ciento que se declaran sin partido pero que han dado suficientes muestras de ser demócratas. Sin olvidar al MRS, partido que a mi juicio es el que terminaría de garantizar el triunfo de la oposición al orteguismo, no olvidemos sus más de 200 mil votos y que el apoyo decisivo que brindaron a los candidatos a alcaldes en las elecciones municipales obligó a Ortega a practicar el fraude que ya todos conocemos.
Mi consejo al líder de VCE es que antes de tomar la gran decisión, recuerde que él logró el milagro de romper el pacto haciendo emerger la ansiada tercera vía y que esos 900 mil votos de que habla Edmundo Jarquín están allí y pueden apostar que en el momento decisivo se multiplicarán

1 comentario:

  1. Tanto Eduardo Montealegre como Arnoldo Aleman deben sopesar la Alianza,a) quien tiene mas peso de atraer a los que no tienen partidos, b) defender el voto democratico en las JRV con mano ferrea con militantes rojos en las fiscalias de mesa. c) Verdaderos diputados que nos volteran hacia un bando opuesto..ser diciplinados en una solo bancada...e) definir con cuidado las cuotas de diputados a los aliados.
    La Gran cualicion es la alternativa a la derrota del Orteguismo...pueden manipular hasta un 3% en los votos pero no un 15%...a la hora de cambiar las actas de votos. Piensen y unanse para derrotarar al Orteguismo.

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